“Oda al Diccionario”, de Pablo Neruda

Oda al Diccionario

Lomo de buey, pesado

cargador, sistemático

libro espeso:

de joven

te ignoré, me vistió

la suficiencia

y me creí repleto,

y orondo como un

melancólico sapo

dictaminé: “Recibo

las palabras

directamente

del Sinaí bramante.

Reduciré

las formas a la alquimia.

Soy mago”

El gran mago callaba.

El diccionario,

viejo y pesado, con su chaquetón

de pellejo gastado,

se quedó silencioso

sin mostrar sus probetas.

Pero un día,

después de haberlo usado

y desusado,

después,

de declararlo

inútil y anacrónico camello,

cuando por largos meses, sin protesta,

me sirvió de sillón

y de almohada,

se rebeló y plantándose

en mi puerta

creció, movió sus hojas

y sus nidos,

movió la elevación de su follaje.

árbol

era,

generoso

manzano, manzanar o manzanero,

y las palabras

brillaban en su copa inagotable

opacas o sonoras,

fecundas en la fronda del lenguaje

cargadas de verdad y de sonido.

...

de tu espesa y sonora

profundidad de selva,

dame,

cuando lo necesite,

un solo trino, el lujo

de una abeja,

un fragmento caído

de tu antigua madera perfumada

por una eternidad de jazmineros,

una

sílaba,

un temblor, un sonido,

una semilla:

de tierra soy y con palabras canto.

Fragmento tomado del poema “Oda al Diccionario” de Pablo Neruda