En los tiempos de la Grecia clásica en que a Aristóteles le tocó vivir, la Física no se había desarrollado lo suficiente como para incorporar la comprobación experimental a los razonamientos de los sabios, de modo que los conocimientos eran en buena medida especulativos. Solo se servían de la observación y la experiencia sensorial para dar crédito de su veracidad.

Como no era evidente, Aristóteles no alcanzó a descubrir que inmediatamente que se intenta sacar un cuerpo del reposo aparecen fuerzas de rozamiento que se oponen a ello y que ellas están presente en casi todo movimiento mecánico. Por esa razón, cuando se quiere que un cuerpo mantenga su velocidad, es necesario mantener también una fuerza actuando sobre él, suficientemente grande como para vencer el rozamiento e imprimirle la velocidad deseada.

Si el rozamiento desapareciera, la más mínima fuerza sacaría al cuerpo del estado de reposo y en su posterior ausencia y de cualquier otra, el cuerpo continuaría moviéndose con MRU infinitamente.